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Foto del escritorChristiane Waked

Egipto y Etiopía pueden encontrar un acuerdo sobre el agua


En su libro, “Agua, paz y guerra”, Brahma Chellaney, señaló que: “El agua dulce es cada vez más escasa, con casi dos tercios de la población mundial vive en condiciones de escasez”.

El político egipcio y exsecretario general de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali, advirtió hace algún tiempo que “el agua será más importante que el petróleo en este siglo”.


Esto es muy cierto y puede crear serios conflictos. En los últimos tiempos, muchos países están envueltos en disputas por el agua, incluidos Etiopía y Egipto.


La construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD) de 1,8 km de longitud, un proyecto hidroeléctrico no consuntivo construido por Etiopía en el Nilo, ha complicado durante los últimos doce años la relación entre ambos países.


El GERD, que se considera una de las plantas hidroeléctricas más grandes de África, le está costando a Etiopía 5 mil millones de dólares. Tendría una capacidad esperada de 6.000 megavatios en el Nilo.


El GERD básicamente duplicará la capacidad energética de Etiopía, pero por ahora el proyecto está atrapado en un punto muerto diplomático. El embalse, llenado paso a paso, ha llegado a un tercio de su capacidad con 22 mil millones de metros cúbicos de agua de un potencial de 74 mil millones. Dos turbinas de las trece programadas operan actualmente, produciendo 750 megavatios de electricidad del total planificado de 5 gigavatios.


Mientras que Etiopía niega que la represa tenga un impacto negativo en los flujos de agua abajo y afirma que la represa, de hecho, aumentará dichos flujos hacia Egipto al reducir la evaporación en el lago Nasser, Egipto no ve este proyecto con los mismos ojos.


El 8 de marzo de 2023, el ministro de Relaciones Exteriores egipcio, Sameh Shoukry, dijo en El Cairo a sus homólogos árabes que “la continuación de las prácticas unilaterales de Etiopía puede potencialmente acarrear un grave peligro para Egipto, que sufre escasez de agua…” y agregó que su país “dependía casi totalmente de las aguas del río Nilo”. El hecho es que con sus 100 millones de ciudadanos, Egipto depende del río para saciar el 90 por ciento de sus necesidades de agua dulce. Shoukry instó a los países árabes a persuadir a Addis Abeba “para adoptar la voluntad política necesaria para aceptar una de las soluciones de compromiso ofrecidas en la mesa de negociaciones”.


Desde 2011, Egipto, Sudán y Etiopía han estado han mantenido numerosas conversaciones para llegar a un acuerdo sobre el llenado y la actividad de la represa, pero las rondas de negociaciones aún no han dado como resultado un acuerdo en consenso.


Si algo nos enseñó la crisis mundial del Covid-19 es que debemos estar unidos para enfrentar juntos las mismas tribulaciones. La comunidad internacional tiene un papel importante que desempeñar en la solución de esta disputa. Lo último que necesita el mundo en este momento es una nueva guerra.


Si tanto Egipto como Etiopía no encuentran soluciones razonables a sus asuntos polémicos, no se puede negar la posibilidad de un conflicto armado entre los dos estados. Eso pondría en riesgo la vida de millones de ciudadanos. También existe el riesgo de que la guerra se extienda a otros países africanos como Sudán, Sudán del Sur, Kenia, etc., lo que supondría a su vez una amenaza para la ruta comercial internacional a través del Canal de Suez, que afectaría a la economía mundial. No hay ganadores en el juego del agua. Si los gobiernos juegan limpio, no solo protegerán a su población sino también a ellos mismos de los posibles conflictos que amenazan la región. Los diplomáticos deben demostrar sus habilidades para abordar temas tan delicados como este.

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