Cuando uno piensa en Japón, aparte de la locura tecnológica y el sushi, rápidamente viene a la mente la imagen de una mujer con la cara empolvada y unos labios rojos en forma de corazón. Las geishas salieron de sus islas a través de novelas y películas hasta formar parte del imaginario colectivo internacional.
En Marruecos existe algo de algún modo equiparable a las geishas, aunque todavía no se ha convertido en un fenómeno conocido en el mundo entero. De hecho, cada vez disminuyen más las posibilidades de encontrar una de estas artistas marroquíes: las cheikhat.
Amine Naouni, un actor de Casablanca, ha decidido explorar el mundo de las cheikhat a través de un taller del director Ghassan El Hakim que terminó convirtiéndose en un espectáculo en toda regla: Kabareh Cheikhats.
Desde que era pequeño, Amine sentía curiosidad por estas mujeres. “Crecí con mi familia materna, de origen chaoui, de las montañas del Atlas. Habitualmente en nuestras fiestas había cheikhat u orquestas que tocaban música tradicional. Pero yo no practicaba ese arte, simplemente tenía curiosidad desde que era un niño”, dice echando la vista atrás.
Los espectáculos de las cheikhat marroquíes poco tienen que ver con la delicadeza de las geishas japonesas. “El estilo que tocamos es un tipo de música ancestral marroquí llamado Aita, que literalmente significa ‘grito’, ‘llamada’, o ‘llanto’”, dice Amine. Y es que muchas de estas artistas utilizaban estas canciones de más de 60 versos para lanzar mensajes que poco gustaban a los colonos franceses, lo que les supuso alguna temporada entre rejas.
Aunque a Amine le gustan otros géneros musicales, después de unirse a Kabareh Cheikhats comenzó a interesarse más y más por la Aita. Ahora, subir a un escenario no es solo un acto de exhibición sino más bien un viaje por recuerdos que se alejan cada vez más en el tiempo.
Aita significa ‘grito’, ‘llamada’, o ‘llanto’.
“Cada vez recuerdo los momentos en los que las cheikhat venían a casa de mis abuelos y todos paraban lo que estuvieran haciendo para saludarlas y escuchar la sabiduría de la Aita. También recuerdo cuando veía a las cheikhat fumar en casa. Me impresionó mucho que una mujer mayor pudiera fumar”. “Media hora antes de salir a escena aparecen voces y música en mi cabeza y a menudo me imagino que las cheikhat vienen a vernos. Esta nostalgia me empuja a un estado de alegría en el escenario. El espectáculo en sí es como una terapia para nosotros”.
Al igual que las geishas, las cheikhat son consideradas poseedoras de sabiduría y van en ocasiones acompañadas por aprendices más jóvenes. Muchos de sus versos se conservan hoy en día como proverbio y, aunque hay grabaciones de las canciones de famosas intérpretes, es tremendamente complicado entender lo que dicen en ellas, así que los actores de Kabareh Cheikhats escuchan los antiguos discos de vinilo una y otra vez hasta que consiguen descifrar cada palabra. Pero su trabajo no es solo un proyecto de conservación sino que también lanza retos a su público tanto en Marruecos como en Europa.
"Recuerdo cuando veía a las cheikhat fumar en casa. Me impresionó mucho que una mujer mayor pudiera fumar”
Antes de pisar las tablas, Amine se pone un caftan rojo y un pañuelo en la cabeza que deja asomar algunos mechones de una peluca rubia. Es posible que uno piense: ¿qué hace Amine – un hombre– en un proyecto donde sus miembros deberían ser mujeres? Pero Amine no es el único. El grupo en su totalidad está formado por hombres.
“Entiendo que la gente pueda pensar que nuestro espectáculo es un drag show ya que el proceso artístico es parecido. Lo que nos diferencia de las drag queens es la exageración. En Kabareh Cheikhats nosotros seguimos siendo nosotros mismos y el vestuario está inspirado en la ropa que llevaban cheikhat que han existido. Además, nosotros cantamos en directo. Aprendemos los ritmos y las canciones de las cheikhat como si fuera nuestro propio trabajo, intentando atraer al público hacia un tipo de cheikha que desaparece lentamente”, dice Amine con su típica sonrisa.
Igual que Kabareh Cheikhats tiene un componente de nostalgia para Amine, también ha supuesto un duro trabajo de autoconocimiento para los miembros de la compañía.
“Somos conscientes de que las cheikhat son mujeres pero déjame apuntar algo: durante el protectorado francés e incluso después de la independencia, se empezó a estereotipar a las cheikhat como simples animadoras o prostitutas a pesar de que realmente tenían un papel sociopolítico importante. Nosotros decidimos ponernos en la piel de estas mujeres como hombres que rememoran la historia y la gloria de las cheikhat. Es cierto que somos actores pero en Kabareh Cheikhats no caemos en la comedia ni en la caricatura de la mujer. Al contrario, intentamos ser nosotros mismos pero como mujer”.
"Decidimos ponernos en la piel de estas mujeres como hombres que rememoran la historia y la gloria de las cheikhat"
Para Amine, su trabajo no es interpretar ningún personaje sino mostrar su propia feminidad, un aspecto que él mismo había ignorado durante mucho tiempo. “Cuando el director nos pidió que nos maquilláramos por primera vez, recuerdo mirarme al espejo y verme igual pero diferente. Es un sentimiento extraño, como si hubiera conocido a alguien dentro de mí. Luego me puse el caftan y mi cuerpo cambió completamente. Podía sentir el aire atravesar la tela y una especial ligereza. Es una prenda muy cómoda. Antes la llevaban incluso los hombres”.
En un contexto donde los roles de género aún están fuertemente marcados, Kabareh Cheikhats se impone con un espectáculo que desafía a aquellos que se atreven a darle una oportunidad. En ocasiones, a Amine le resulta difícil conectar con el público de bares y clubes nocturnos y más de una vez han recibido comentarios despectivos a través de las redes sociales. Pero es precisamente en estos lugares donde pretenden “que la gente se acostumbre a esta música que representa la identidad marroquí más diversa y abierta”.
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